Mi corazón te sentía venir como se siente en la noche el aleteo de un pajaro lejano.
Mi carne al presentirte tembló toda con un temblor de hoguera y mi espiritu se recogió consternado, como ante las grandes catástrofes, y después se abrió como un lirio enorme que quisiera sorberse toda la luz del sol.
Y cuando llegaste mi corazon dijo: Si ya te conocía, tu has crecido conmigo desde tiempo inmemorable y yo he latido al unísono de tu corazon.
Y cuando llegaste mi cerebro dijo: Si ya te conocía, tu estabas en mis sueños tal como hoy estas en la realidad.
Quizás antes de ser para la vida ya eres para mi.
Y cuando llegaste mis ojos dijeron: ya te habíamos visto.
Y mis labios dijeron: ya te habíamos besado.
Y mis manos dijeron: ya te habíamos acariciado, tu suavidad aun esta viva en nosotras.
Y mis oídos dijeron: ya te habíamos escuchado.
Y mis sentidos no encontraron nada extraño en ti.
Y he aquí que tus sentidos, al verme, dijeron de mi lo mismo que los mios.
Eramos el uno para el otro, nada desconocido había entre ambos.
Y cantamos el himno de la realización del gran ensueño, del amado pensamiento que vivía en nuestro ser.
Tu advenimiento fue la luz para mis ojos obscuros, tu advenimiento fue la voz insonora que vino a cantar en mis oídos el himno de las divinas armonías…
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